

Cuando la escuela y el hogar se abrazan: La menstruación desde la paternidad y la docencia
César Javier Aguilar Rodríguez
Premio ABC 2022 /Tamaulipas
05 de Septiembre del 2025
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Soy maestro y también soy padre. Llevo años frente a grupo, enseñando letras, números y valores a niñas y niños que me han dejado huella en el alma. Pero hay momentos en la vida que te enseñan más de lo que cualquier libro puede darte. Uno de esos momentos fue cuando mi hija y una de mis alumnas vivieron el inicio de su menstruación. Acompañarlas en ese proceso ha sido, sin duda, una de las experiencias más humanas, profundas y transformadoras que he vivido, tanto dentro como fuera del aula.
Recuerdo claramente el día en que mi hija me dijo que había empezado a menstruar. Tenía en su mirada una mezcla de miedo, desconcierto y vergüenza. Pero también vi algo más: la necesidad de sentirse segura, de saberse acompañada, de encontrar en mí una voz tranquila que le dijera que todo estaba bien. Me acerqué a ella, la abracé y le dije lo que todo padre debería decir en ese momento: “No tengas miedo. Estoy contigo. Lo que estás viviendo es natural, y tú eres maravillosa.”
Desde ese instante comprendí, con más fuerza, que acompañar este proceso no era solamente una responsabilidad como padre, sino también como educador. Si en casa estaba para mi hija, en la escuela debía estar también para mis alumnas. Y fue así como, poco tiempo después, una de mis alumnas, comenzó a mostrar señales de que algo le estaba ocurriendo. No era la misma de siempre: estaba más callada, más reservada, como si llevara un gran secreto que no sabía si podía compartir.
Con sensibilidad, empatía y mucho respeto, me acerqué a ella. No quise presionarla, pero sí hacerle sentir que tenía en mí a un adulto seguro, cercano, con quien podía hablar sin miedo ni vergüenza. Y así fue como, poco a poco, comenzó a abrir su corazón. Me compartió que había empezado a menstruar y que no sabía bien cómo manejar todo eso, que sentía pena, miedo de mancharse y que, incluso, pensaba en no asistir a clases.
En ese momento, supe que mi papel como maestro iba mucho más allá del contenido académico. Debía brindarle seguridad emocional, hacerla sentir válida, especial y profundamente valiente. Le dije que lo que estaba viviendo era parte de su crecimiento, que no había nada de qué avergonzarse, y que, si necesitaba ayuda, acompañamiento o simplemente un espacio para hablar, yo estaría ahí.
Con mi hija, en casa, y con mi alumna, en la escuela, comencé a vivir el proceso desde un lugar completamente nuevo: el de un hombre consciente de la necesidad urgente de hablar sobre la menstruación con respeto, apertura y ternura. Preparé junto con mi hija una bolsita especial con lo necesario para esos días.
Le enseñé a reconocer sus emociones, a escuchar su cuerpo y a entender que no tenía por qué esconderse. En la escuela, comencé a conversar con mis estudiantes sobre los cambios del cuerpo, sobre el respeto que todos merecemos, y sobre la importancia de no convertir lo natural en motivo de vergüenza o burla.
Algunas personas me preguntaban si no me sentía incómodo hablando de estos temas. Yo les respondía que lo incómodo es crecer sin información, lo doloroso es vivir estos procesos en silencio, y lo peligroso es seguir creyendo que solo las mujeres deben hablar de lo que nos compete a todas y todos. Educar en equidad significa involucrarnos. Y acompañar a una niña que empieza a menstruar, desde el amor y la comprensión, es también educar.
No niego que hubo momentos difíciles. A veces no sabía cómo reaccionar. Me dolía ver a mi hija triste por no entender su cuerpo o ver a mi estudiante insegura al levantarse del asiento. Pero cada uno de esos momentos me recordaba que acompañar no es tener todas las respuestas, sino estar presente con humildad, con amor y con escucha.
Reconocí que necesitaba orientación para hacerlo de la mejor manera. Por eso, me acerqué a la maestra Laura Ramírez, una mujer a la que admiro profundamente por su sensibilidad y compromiso con la formación integral de nuestras niñas, niños y jóvenes.
Laura no solo nos orientó con claridad y respeto, sino que supo crear un espacio donde la niña se sintió verdaderamente segura, acompañada, única, auténtica y especial. Con su ayuda, convertimos un momento lleno de dudas en una experiencia poderosa de autoconocimiento y empoderamiento. Ver a mi alumna sonreír, saberse comprendida y valorada, fue uno de los momentos más significativos de mi labor como educador y como padre.
Gracias a estas experiencias, mi forma de ver la enseñanza cambió profundamente. Entendí que ser maestro no es solo impartir conocimiento, sino también abrir caminos emocionales para que las niñas y los niños se sientan seguros de ser quienes son. Que la menstruación no es un tema privado o tabú, sino una parte natural y hermosa del crecimiento que merece ser hablada con orgullo y sin miedo.
Hoy mi hija camina con más seguridad. Sabe que puede contar conmigo, que su cuerpo es sabio, que sus emociones son válidas y que menstruar no la detiene. Mi alumna también se ha transformado. La he visto recuperar su sonrisa, levantar la mano en clase con confianza, caminar con firmeza por el patio. Y cada vez que la veo así, confirmo que todo el acompañamiento valió la pena.
No soy un héroe. Solo soy un padre y un maestro que eligió no quedarse callado, que eligió hablar con empatía y educar desde el corazón.
Hoy quiero invitar a otros hombres a hacer lo mismo. A los padres, a los docentes, a los tíos, a los amigos: hablen con sus hijas, con sus alumnas, con las niñas de su vida. Escúchenlas, guíenlas, respétenlas. Sean parte activa de su crecimiento. No es cuestión de género, es cuestión de humanidad.
Porque cuando una niña se siente acompañada en su proceso de menstruación, no solo aprende sobre su cuerpo, sino también sobre su valor. Y cuando eso ocurre, florece.

César Javier Aguilar Rodríguez
Premio ABC 2022 /Tamaulipas
Es licenciado en Educación Básica y en Educación Primaria, además de Técnico en Puericultura, lo que le otorga un perfil multidisciplinario y una comprensión profunda de las necesidades educativas de las niñas y los niños en las distintas etapas de su desarrollo. También es reconocido como Educador certificado en Google Workspace for Education. A lo largo de su carrera, ha complementado su formación con una variedad de diplomados, cursos y capacitaciones que abarcan aspectos clave de la enseñanza moderna. Entre ellos, el programa "Profes en Red", que lo conectó con docentes de toda Latinoamérica, y su formación en el marco instruccional "STEM". Conferencista en instituciones como el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Pedagógica Nacional y diversas Escuelas Normales. Con 11 años de servicio ha sido galardonado con el Premio ABC 2022 de Mexicanos Primero, el premio a las mejores prácticas educativas durante la pandemia por parte de la USICAMM. Además, su proyecto fue destacado en la iniciativa "Somos el Cambio", un programa que celebra las mejores propuestas educativas en México.
Actualmente, se desempeña como maestro frente a grupo en la Escuela Primaria Venustiano Carranza. Su carrera y logros reflejan su dedicación al fortalecimiento del sistema educativo y su firme compromiso con el futuro de las nuevas generaciones.