Tejo con palabras un mundo

 Juan Carlos Aguirre Ochoa

 Sinaloa

 12/04/2024

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Desde que era niño, pasaba horas y horas escribiendo historias de seres acuáticos que construían reinos, o de monstruos que eran castigados y manipulados por niños perversos. En mi adolescencia, de la escritura pasé a la oralidad. Me convertí en un docente cuentacuentos. Traía historias enquistadas en mi garganta que quería sacar, ya no sólo dentro de una escuela, sino en otros espacios.

La literatura es importante para el aprendizaje pues desarrolla la imaginación, la memoria y las habilidades socioemocionales. Te hace una persona más creativa, más sensible, más sabia, más crítica, más humana. Te empodera, pues entre más la consumes, sabes más y te brinda más elementos para defenderte y no ser engañado. La literatura te libera de las cadenas de los prejuicios o de la ignorancia. Definitivamente, es uno de los mejores ejercicios para el cerebro; nos da otra visión del mundo y nos ayuda a comprender mejor nuestra realidad. Es un arte que genera momentos de paz pues, al estar leyendo ciertos libros literarios, nos escabullimos a algunos pasajes de nuestras vidas que, quizá, nos generaron felicidad o bienestar. Por estas razones, quise convertirme en una antología de cuentos parlantes.

La narración oral ha sido un puente que me ha llevado a diversos escenarios pues un cuentacuentos cabe en todos lados, más si se trata de espacios donde la gente se ha olvidado de soñar. Por ello, me he enfocado en visitar centros penitenciarios, centros de rehabilitación de alcohólicos y drogadictos, centros de integración juvenil, escuelas rurales, refugios de migrantes y asilos de ancianos, espacios que regularmente están sepultados por el olvido.

Alguna vez, un enlace estatal de un programa de lectura observó mi trabajo y me invitó a contar cuentos en el área femenil del Centro Penitenciario Aguaruto (Culiacán). Me topé con mujeres que se sienten menospreciadas por sus familias, que no encuentran un nuevo sentido a sus vidas, que padecen de baja autoestima, sufren crisis existenciales, están peleadas con el mundo o incluso tienen ideas suicidas.

Entonces, busqué una forma de apoyarlas para que le encontraran otro saborcito a su vida, así que en el 2012, abrí una Sala de Lectura que nombramos “Las bibliochicas de la peni”. Para llegar, recuerdo que tomaba dos camiones y, al entrar al reclusorio, pasaba por cuatro filtros de seguridad, caminaba alrededor de 50 metros por suelo terregoso donde me volvían a dar los rayos del sol, entraba al área femenil, llegaba a la biblioteca y este grupo de 22 mujeres me recibía con una sonrisa de oreja a oreja esperando el nuevo cuento que les narraría y comenzaba la magia.

Desarrollé con ellas talleres de poesía, teatro, de narración oral escénica y de composición de corridos basados en personajes entrañables de libros que leían. Organizábamos festivales literarios para que pudieran narrar cuentos a sus familiares y, de igual manera, creamos un florilegio con textos de su autoría. Les daba clases de cuento/poesía a sus hijos una vez por semana. Algunos de esos niños vivían con sus madres en el penal y sus poemas reflejaban sus sueños de ser libres y tener un hogar.

En el 2018, cuando se dio a conocer públicamente mi labor en el penal, algunos maestros que trabajaban con niños y jóvenes jornaleros sirvieron de enlace para comenzar una nueva aventura en algunas comunidades rurales de Culiacán: trabajar con un grupo de niños, jóvenes y adultos migrantes que provenían de Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

Una de las integrantes del grupo era una joven migrante de 16 años quien estaba embarazada de un compañero de clases; un día, en una charla que sostuvo conmigo, contó que su mamá también estaba embarazada y que le faltaba poco para dar a luz, y como esta chica sabía que me dedicaba también a dar clases de alfabetización inicial, me pidió ayuda para que su mamá aprendiera a leer y a escribir, una propuesta que abracé desde un principio; en poco menos de cuatro meses, la madre logró su cometido. Hoy día, le gusta leer libros infantiles porque piensa que son tan sabios como los ancianos. Lo mejor: los lee en voz alta para sus hijos y nietos. 

Toda mi vida ha sido una concatenación de hechos perfectamente hilados. En el 2023, luego de conocer mi labor como docente cuentacuentos, la fundación “América Solidaria Colombia” me invitó a hacer un voluntariado en diversas comunidades de Colombia. Conté cuentos e impartí talleres a un grupo de niños venezolanos en Barranquilla. Encontré a niños y niñas migrantes que no solo se desplazaron de su país, sino también de su sentido de pertenencia. Han recibido apoyo brindándoles un espacio para vivir y para educarse. Reciben una sana alimentación, servicios educativos, ropa, calzado, actividades recreativas y atención psicológica. Les narré un cuento titulado “El escondite”, el cual tiene que ver con los sentimientos, cualidades y emociones de las personas. Lo analizamos y lo conjugamos con un taller de antifaces, que fue el detonante para que abrieran sus corazones.

Estas prácticas enriquecieron mi trabajo en las aulas escolares pues he trasladado estas estrategias a mis educandos, sólo haciendo pequeños ajustes para contextualizarlas. Lo vivido me ha permitido no sólo contar historias de autores famosos, sino darle voz en otros escenarios a las niñas, niños, jóvenes y adultos que me he topado en los sitios mencionados. Me he convertido en un juglar de relatos que he ido recolectando en este sendero. La escuela debe ser un espacio que dé posibilidades literarias/narrativas a los estudiantes porque entre más lecturas hacen, más hablan, más se expresan, mejor se comunican.

Entre más historias escuchen tienden más a narrar lo que viven o lo que hacen, la lectura incrementa su necesidad de narrar historias cuando leen, por ello, algunos niños o jóvenes les narran historias a sus padres cuando regresan del trabajo. Las secuencias didácticas basadas en estrategias creativas de respuesta lectora animan a las y los alumnos a expresarse a través de distintos medios, según sus deseos de comunicación y sus posibilidades de expresión. Como toda literatura, la que se dirige a las niñas, niños y jóvenes ofrece la oportunidad, a través de una experiencia estética, de acercar a lectores de todo tipo a temas que son centrales para el ser humano: la conciencia de sí mismo y la relación con los demás y con el mundo.

Todas estas experiencias me han salvado en todas las formas posibles. Me han salvado de la monotonía, de la tristeza, del estrés que se vive en las calles, me han salvado de la anestesia sofocante que, a veces, ha inyectado la misma sociedad. La narración oral de cuentos es una práctica que coadyuva a que los espectadores se acerquen más a la literatura y a que entiendan mejor su realidad y permite a las niñas y a los niños tener la esperanza de que su historia puede cambiar como en los cuentos porque pueden ser las y los protagonistas de su vida, vencer dragones, ogros, lobos, y convertirse en héroes y heroínas.

La narración oral escénica permea en el desarrollo de procesos cognitivos y de habilidades socioemocionales de las niñas, niños, jóvenes y adultos, esto porque los relatos o narradores emocionantes permiten liberar sustancias como dopamina, cortisol y/o oxitocina que generan empatía, imágenes, bienestar, empoderamiento, modifican nuestras actitudes, creencias y comportamientos.

Les enseña otros mundos posibles, siembra en ellos sueños, anhelos, esperanza, al mismo tiempo, les permite trabajar con sus tristezas, con sus vacíos, dolores y sus ausencias, además, les otorga el poder y el derecho para que ellas y ellos se conviertan en poetas, ilustradores, escritores, guionistas, cronistas, lectores, y contadores de relatos. Para las niñas, niños, jóvenes y adultos la literatura es un faro de ilusión entre tanta calamidad, largas horas de trabajo y poca empatía humana. La literatura puede hacer que una niña o un niño escape de forma imaginativa y real de esas malas condiciones porque le hace consciente de sus derechos, sus posibilidades de cambio, sus fortalezas y el lugar importante y vital que tienen en el mundo.  

Juan Carlos Aguirre Ochoa

Sinaloa


Juan Carlos Aguirre Ochoa nació el día 03 de marzo de 1990 en Escuinapa, Sin. Estudió la Licenciatura en Educación Secundaria en la Escuela Normal de Sinaloa; hizo la Maestría y el Doctorado en Educación Basada en Competencias en el Centro Universitario “Mar de Cortés”. Ganó la medalla de oro nacional en la Feria Mexicana de Ciencias e Ingenierías 2012 por su proyecto “Operación Metamorfosis”. En 2018 y 2019, fue ganador de los XXXII y XXXIII Juegos Florales del Magisterio Sinaloense en la categoría de Cuento, otorgados por la SEPyC y el SNTE. Recibió el Premio Nacional al Fomento a la Lectura y la Escritura 2018 por su proyecto “Las bibliochicas de la peni: 22 libros flotantes”, otorgado por la Secretaría de Cultura Federal, la SEP y la OEI en el marco de la XXXVIII Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. En 2019, el H. Congreso del Estado de Sinaloa le concedió el Premio al Mérito Juvenil 2019. Actualmente, es director de la Esc. Sec. “Lic. Benito Juárez” de Chametla, El Rosario, Sin.

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